Por Marcos Damián Tricarico
Se daba por hecho que Excursionistas conquistaría aquella tarde los dos puntos que le permitieran seguir peleando el ansiado ascenso a la “B”. Nadie preveía la pérdida de unidad alguna, a excepción de un señor de contextura física no muy delgada, un tanto calvo y que por sus propios medios se había acercado hasta La Pampa 1376. Un tipo común que con un sobretodo y un pequeño bolso, ingresó al vestuario para calzarse la “10” roja de Defensores de Cambaceres, un equipo que permanentemente vivía haciendo equilibrio para no caer en el vacío del descenso. Me refiero a Osvaldo Potente, figura destacadísima en el Boca Juniors de la década de los ’70, quien junto a otro veterano, Alfredo Letanú, goleador de Boca y Estudiantes de La Plata y al rubio Emir Arrambide, símbolo de aquel conjunto de Ensenada, llegaban al “Bajo” con el único objetivo de sumar al menos un punto para engrosar su pobre promedio. ¡Por favor; mirá si nos vamos a preocupar por este partido!, ¡dejáte de embromar, a estos veteranos les pasamos el trapo! fueron algunas de las reflexiones que priori todos supimos esbozar. Y la verdad, como siempre suele suceder, no estuvo en los dichos sino en el verde césped, como bien definió en su momento el inolvidable Ángel Labruna; y justamente allí Excursio no pudo mostrar la superioridad que de por sí reflejaba la tabla de posiciones. Más allá de haber sido dominador del encuentro, careció de justeza para definir en el área de un rival, que sólo atinaba a defenderse y muy de vez en cuando llegar hasta el arco de Peralta Luna. En uno de los esporádicos avances del visitante se produjo un tiro libre; el calvo hombre del bolso tomó la pelota, era la segunda o tercera que había tocado en el transcurso del partido, y convirtió el gol que abría el marcador del encuentro. De no creer, no había razón alguna que mínimamente explicara lo que hasta allí era inexplicable. Costó y mucho remontar el resultado porque al shock que generó el gol, se le sumó la ansiedad y la exigencia de todos los “leales” presentes en el “coliseo”. El resultado se pudo revertir gracias a los goles del zurdo Leguizamón y de Heinrich, hasta que promediando los 30 minutos y cuando todos creíamos que el partido estaba definido, otra vez un tiro libre en el arco de La Pampa y otro vez el hombre del bolsito colocaba, con un disparo fuerte y bajo pegadito al palo derecho de Peralta Luna, el 2 a 2 final con el que terminó el partido. Recuerdo un vano intento de Mazariche de hacerle creer al árbitro que la pelota había entrado por el costado del arco. La sorpresa vivida aquél día junto a “Calú” Mosquera fue tan grande, que quizás se constituyó en el preanuncio de otra que estaría por llegar, y no por nuevo tiro libre de Potente, sino por la sorpresiva partida de nuestro entrenador, Edgardo Marchetti.
Se daba por hecho que Excursionistas conquistaría aquella tarde los dos puntos que le permitieran seguir peleando el ansiado ascenso a la “B”. Nadie preveía la pérdida de unidad alguna, a excepción de un señor de contextura física no muy delgada, un tanto calvo y que por sus propios medios se había acercado hasta La Pampa 1376. Un tipo común que con un sobretodo y un pequeño bolso, ingresó al vestuario para calzarse la “10” roja de Defensores de Cambaceres, un equipo que permanentemente vivía haciendo equilibrio para no caer en el vacío del descenso. Me refiero a Osvaldo Potente, figura destacadísima en el Boca Juniors de la década de los ’70, quien junto a otro veterano, Alfredo Letanú, goleador de Boca y Estudiantes de La Plata y al rubio Emir Arrambide, símbolo de aquel conjunto de Ensenada, llegaban al “Bajo” con el único objetivo de sumar al menos un punto para engrosar su pobre promedio. ¡Por favor; mirá si nos vamos a preocupar por este partido!, ¡dejáte de embromar, a estos veteranos les pasamos el trapo! fueron algunas de las reflexiones que priori todos supimos esbozar. Y la verdad, como siempre suele suceder, no estuvo en los dichos sino en el verde césped, como bien definió en su momento el inolvidable Ángel Labruna; y justamente allí Excursio no pudo mostrar la superioridad que de por sí reflejaba la tabla de posiciones. Más allá de haber sido dominador del encuentro, careció de justeza para definir en el área de un rival, que sólo atinaba a defenderse y muy de vez en cuando llegar hasta el arco de Peralta Luna. En uno de los esporádicos avances del visitante se produjo un tiro libre; el calvo hombre del bolso tomó la pelota, era la segunda o tercera que había tocado en el transcurso del partido, y convirtió el gol que abría el marcador del encuentro. De no creer, no había razón alguna que mínimamente explicara lo que hasta allí era inexplicable. Costó y mucho remontar el resultado porque al shock que generó el gol, se le sumó la ansiedad y la exigencia de todos los “leales” presentes en el “coliseo”. El resultado se pudo revertir gracias a los goles del zurdo Leguizamón y de Heinrich, hasta que promediando los 30 minutos y cuando todos creíamos que el partido estaba definido, otra vez un tiro libre en el arco de La Pampa y otro vez el hombre del bolsito colocaba, con un disparo fuerte y bajo pegadito al palo derecho de Peralta Luna, el 2 a 2 final con el que terminó el partido. Recuerdo un vano intento de Mazariche de hacerle creer al árbitro que la pelota había entrado por el costado del arco. La sorpresa vivida aquél día junto a “Calú” Mosquera fue tan grande, que quizás se constituyó en el preanuncio de otra que estaría por llegar, y no por nuevo tiro libre de Potente, sino por la sorpresiva partida de nuestro entrenador, Edgardo Marchetti.
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