Quienes años de rica experiencia llevan sobre sus espaldas, lo recordarán por su estilo de juego y fundamentalmente, por su valor y entrega en la defensa de la camiseta albiverde. Otros que inician el camino de transición para llegar a tal preciada cualidad, como quien suscribe, lo recuerdan por su vestimenta deportiva, y su ubicación permanente junto a los técnicos y jugadores sentados en el banco de suplentes. Su figura, alta y delgada, no pasaba desapercibida a mis jóvenes ojos como al de otros muchos; él era quien corría inmediatamente con su bidón de agua para asistir a un jugador lesionado; él fue quien sólo jugó para un club y dedicó su vida al mismo; me estoy refiriendo a Eduardo “Pata” Dotto, el símbolo de Excursionistas.
Y decidimos titular esta memoria con el partido que marcó su debut, el 26 de junio 1943 enfrentando a Central Córdoba donde el verde formó con Rebutti, Rossell, Maraviglia, Roncoroni, Dotto, Alvarez, Díaz, Archero, Soler, Ballerio, Roggero y se impuso por 2-0 siendo él autor de uno de los tantos. En cierta ocasión consultado por su debut dijo: “La diosa Fortuna me regaló el recuerdo más grato de mi vida de jugador, marqué un gol desde 35 metros, no lo podía creer, estuve dos minutos mirando para el lado de las tribunas, sentado en el suelo. Lo dejé chiquito al terror de los arqueros (en referencia a su amigo Carlos Soler)”.
A partir de ese día defendió la casaca de Excursio en 389 partidos, jugando 16 temporadas consecutivas, hasta el 29 de noviembre de 1958 cuando disputó su último partido enfrentando a Talleres de Escalada. La revista “El Gráfico” supo dedicarle una nota a modo de despedida donde lo calificó como un “ejemplo de fidelidad, perseverancia, humildad, respeto y conducta”. Los más entrados en años lo definen como un jugador noble, valiente, dúctil, de enorme entrega y gran capacidad de juego; sus gotas de sudor en cada partido regaron el suelo fértil de nuestro entrañable coliseo. Los otros que, como yo, lograron verlo en su faceta de masajista, utilero y auxiliar, lo recordamos por su raudas corridas en el afán de auxiliar a nuestros jugadores, o bien en alcanzar las pelotas que quedaban por los costados de la cancha. Su equipo de gimnasia formaba parte de su figura física, y raro me resultaba verlo con indumentaria de vestir. Alentó, luchó y colaboró hasta el último día de su vida por su querido Excursionistas, el club que amó hasta su adiós físico y al cual aún ama desde su lugar celestial. El 10 de octubre de 1981 y tras la victoria por 2 a 1 en el Bajo Belgrano ante Chacarita Juniors, tal vez haya sido la última gran alegría vivida por el inolvidable Eduardo, ya que a la salida del vestuario y en su larga caminata por el viejo patio, hoy nuestro gimnasio techado, se lo vio llorar con profunda emoción. Recuerdo que mi tío José Yazbak supo decirme con justa razón: “Nadie más que él tiene bien merecida esta alegría”. Y vaya que la tenía porque a pesar de llevar sobre sí una cruel enfermedad por años, el Pata siguió estando y viviendo por los jugadores, por “sus muchachos” como bien solía definirlos y fundamentalmente por su Excursionistas. Su labor prosiguió un tiempo más hasta que el 26 de mayo de 1982, se despidió para siempre de todos nosotros y “con él se va un pedazo grande de nuestro querido club” como bien definió la revista en aquel momento “Excursio, una voz de Belgrano”. El hombre de una sola camiseta; el hombre de una vida dedicada íntegramente a los colores verdes y blancos, quien estará presente en el recuerdo de todos los leales que hoy, no sólo lo recuerdan por su nombre en el sector de las plateas, sino también por aquellas lágrimas llenas de alegría, por aquellas “lágrimas felices del hombre de una sola camiseta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario