martes, 30 de agosto de 2011

Atlanta 3 – Excursio 1 (25.02.1995)

Si existe un club sufrido en el fútbol argentino ese es el Club A. Excursionistas. Pero remarco que no está en el pelotón de vanguardia. Es el más sufrido lejos, por varios cuerpos de ventaja sobre Racing, Gimnasia, Huracán, Muñiz, Puerto Nuevo o Fénix.
Luego del descenso de 1972 a Primera C, parecía que en cuestión de tiempo retornaría a la Primera B, lugar que lo había tenido como animador desde la instauración del profesionalismo en la década del 30. Llamativamente los años pasaban, y siempre sucedía algo extraño que hacía perder la chance del ascenso: finales perdidas en los últimos minutos, arbitrajes bochornosos y cambios reglamentarios que nunca nos favorecían. Esto último en referencia a que cuando eran promovidos a la categoría superior los primeros dos equipos de la tabla de posiciones, Excursio se ubicaba tercero invariablemente. Luego se implementó el octogonal y en el primer reducido quedamos eliminados por penales con Alem, ante una multitud en cancha de Platense. Al año siguiente se impuso la ventaja deportiva y se quitaron los penales.
Algunos creen en la teoría conspirativa del monstruo que nos pisa la cabeza llamado Grondona o Deluca, otros en la mala suerte y los mas místicos que Dios se ensañó con nosotros.
Pero hubo un día, no digo un día, hubo unos minutos en los que creí que todo cambiaba. Que las cosas buenas nos sucederían a nosotros, que alguien nos había puesto en la lista de los exitosos con Armenio, Defensa, Lanús, Español, San Miguel o Laferrere. Imaginaba que podíamos hacer una campaña heróica ganando un octogonal y ascender, jugar en la Primera B y salir campeones invictos desfilando en todas la canchas y jugar el Nacional, con el sueño intacto de algún día tocar la Primera División.
Sentí que ese día nos tocaba a nosotros, que se rompían las reglas, que no era necesario tener un equipo de estrellas rutilantes que juegue un fútbol de alto vuelo. Sencillamente habíamos salido sorteados, y los árbitros dudaban a favor nuestro y no en contra, los linesman cometían errores a favor y no en contra, y la redonda buscaba la red en cada disparo.
¿Porqué no podía ser real? ¿cuántos delanteros vimos en nuestras vidas que tuvieron un éxito fugaz y luego volvieron al anonimato?
Los minutos a los que me refiero corresponden al día 25 de febrero de 1995. Ese día enfrentábamos a Atlanta en Villa Crespo por el torneo clausura de Primera B, al que habíamos accedido a mediados del año anterior tras ganar un Octogonal increíble. Pero esa es otra historia que merecerá ser contada en otra ocasión.
Sobre el final del primer tiempo siendo las 17:40 horas Oscar Vitale abría el marcador en Corrientes y Humboldt, desatando la locura en la cabecera visitante: Atlanta 0 – Excursio 1. Una catarata de recuerdos se me vino encima, el sol de frente en la tribuna visitante era abrasador. Sentado en un tablón buscando aire luego del grito desenfrenado de gol, varios flashes acudían a mi mente: el mencionado ascenso a la B ganando el octogonal y el convencimiento de que algo estaba por cambiar en nuestra triste historia. Pero también surcó mi memoria el historial con los bohemios ampliamente desfavorable, y otro flash me traslada a la goleada de Atlanta por 0-6 propinada en Floresta en la primera rueda. Pero he aquí la parte más consistente de mi ilusión, Excursionistas había empatado las dos primeras fechas de aquel Clausura, y luego le había ganado a Colegiales y Tigre. Con ese gol de Vitale alcanzábamos la cima de la tabla en el torneo de la Primera B.
Desde el año 1972 era el punto más alto al que Excursionistas había podido llegar en el fútbol. Fueron minutos increíbles e interminables.
Pero nada de mi ilusión fue real. Nadie nos había anotado en la lista de los exitosos, el historial se nos vino encima y Atlanta se impuso 1-3, el verde descendió por un punto. Para colmo de males, los costos y la mala administración de ese año en la categoría superior casi nos llevan a la quiebra en 1998.
En los años siguientes cayeron sobre nosotros miles de frustraciones colaborando en gran forma con la teoría conspirativa.
Por eso cuando hablan de sufridos, los más sufridos somos nosotros, los obsesionados hinchas de Excursionistas que seguimos manteniendo la esperanza que algún día alguien nos anotará en la otra lista, en la lista de los exitosos.

domingo, 28 de agosto de 2011

Dep. Español 5 – Excursionistas 0 (31.03.1979)

En el año 1979 la Argentina y Chile finalmente solicitaban, via el Cardenal Samore, la ayuda del Vaticano para solucionar el diferendo del Canal de Beagle, caía el Sha de Persia e Irán pasaba a ser una república islámica, y Adolfo Suárez se afianzaba en España tras décadas de franquismo.
Yo, con mis 8 años recién cumplidos, observaba a mi viejo que continuaba en su ardua tarea de hacerme hincha de Excursionistas.
Según me cuenta él hoy día, ya a esa temprana edad había recorrido canchas como la de Lanús o Talleres, pero no guardo ningún recuerdo de esas excursiones. Sin embargo, la que si me quedó grabada a fuego fue la tarde que Dep. Español derrotó a Excursio por 5 a 0.
Un sábado del mes de marzo del ´79 viajamos de Villa Pueyrredón, barrio donde vivía por aquél entonces, hasta un estadio enorme todo de tablones con un gran pasillo en el medio.
Era la cancha de Atlanta en Humboldt y Corrientes. No recuerdo absolutamente nada del partido, ni los jugadores, ni los goles, ni las camisetas. Pero sin embargo mi memoria guardó un hecho que para mi era poco común. Un hecho que con el tiempo se volvió harto cotidiano.
No había tanto público de Español a pesar de estar realizando una excelente campaña en la que al final se coronaría campeón. La hinchada de Excursionistas en gran número alentaba al equipo sin cesar. De repente, hizo su ingreso un nutrido grupo de hinchas gallegos. Aún no había en las canchas cordones policiales, ni alambres anti vandalismo, ni pulmones para separar a las parcialidades.
La libertad para moverse por todas las tribunas era total. Por lo que grito va y grito viene ante el festejo desmedido del gol gallego, en un abrir y cerrar de ojos ambas hinchadas se trenzaron. Fue una batalla sin cuartel durante un lapso que, en los tiempos de mi niñéz, habrá durado una hora. Cinturones agitándose en el aire, una silla de ruedas que quedó tirada en el piso y un puesto de choripanes que fue destruido por completo. Durante la refriega mi viejo me dijo: "Tranquilo, no pasa nada." Esas palabras me sonaron como que lo sucedido era parte del espectáculo, como un evento mas dentro del estadio, cuasi un anexo al partido. Nuestra posición en el escalón más alto de la tribuna era supuestamente bastante segura, éramos testigos privilegiados de la encarnizada lucha, cual espectadores de un circo romano.
Mientras volvíamos a casa luego de saborear un rico submarino con un tostado y tras un pequeño intercambio de ideas, entendí que ese incidente no era parte del espectáculo. Que lo sucedido en la cancha quedaba en la cancha y no debía ser comentado en casa.
Esas palabras cambiaron la perspectiva del "no pasa nada" con el que me había convencido un rato antes.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Dep. Riestra – Excursionistas (Amistoso 1998)

Una fría mañana de invierno, a fines de la década de los ´90, se programó un amistoso de pretemporada con Dep. Riestra en el Bajo Flores. El horario matutino, el frío y la neblina conspiraban para no abandonar la cama. Pero como el amor es más fuerte, tras un grotesco desayuno partimos hacia la cancha.
El trámite del encuentro no escapaba al común de los partidos de entrenamiento, discusiones, gritos, manotazos, en fín nada para destacar.
Con el partido adentrado en minutos, ingresó un auto al predio a toda velocidad, estacionándose detrás del arco. Una vez que la nube de tierra se despejó, observamos que del interior del automóvil había salido corriendo un hombre robusto de melena rubia. Minutos más tarde se produce un cambio e ingresa al campo de juego ubicándose como marcador central del equipo local.
Inmediatamente pasó a ser el centro de las miradas de los sorprendidos espectadores quienes no salían de su asombro. ¿Quién era ese jugador con el poder de llegar a cualquier hora y entrar a jugar el partido?. Pensamos que este tipo de concesiones estaban relacionadas directamente con sus habilidades futbolísticas. Pero nuestra conclusión estaba muy alejada de la realidad. Su juego era rústico y violento, sus movimientos lentos y agresivos. Todo en él demostraba un desprecio por el balón pocas veces visto.
Cuando el improvisado árbitro pitó el final del encuentro el rudimentario defensor, que ya había discutido con el juez y le había pegado a todos los delanteros de Excursionistas, encaró a los vestuarios. Pero no ingresó al mismo para cambiarse, solo tomó su bolso y se dirigió a su vehículo. Encendió el motor y arrancó raudamente. Casi al mismo tiempo escuchamos un aullido desgarrador. Estremecidos nos dimos vuelta para buscar la respuesta de semejante lamento, y observamos que debajo del auto había quedado acurrucado un perro que no había sido aplastado casi por casualidad, salvando milagrosamente su vida. Con toda la saña que habitaba en su ser, el desencajado conductor descendió del habitáculo, y le propinó unas patadas al can que salió disparado en busca de un mejor refugio. La bestia (cualificarlo de ser humano sería un abuso), volvió a subir a su automóvil y abandonó el estadio dejando otra nube de tierra.
Su apellido era Tiedemman, imaginamos que el odio hacia ese perro era por la comparación a la que había sido sometido miles de veces desde su infancia. Su auto marca Gol también respondía a su deseo nunca satisfecho, a esa materia pendiente que jamás podría aprobar.
Un hombre que demostró que podía jugar como vivía.

viernes, 19 de agosto de 2011

Arg. Merlo 1 – Excursionistas 2 (21.03.1987)

Actualmente es imposible no saber el resultado final de un partido. Con tanta tecnología a nuestro alcance, celulares, internet, fotografía digital, notebooks, podemos saber el resultado de un partido que se disputó en cualquier lugar del mundo en cuestión de minutos.
Una tarde del mes de marzo de 1987 Excursionistas enfrentaba a Argentino de Merlo en el oeste.
Esa tarde tomé prestada la radio de mi viejo y sintonicé el programa el Ascenso por Tres, que se emitía por Radio Colonia. En ese histórico show radial transmitían algún partido del Nacional B o Primera B y a la vez informaban los goles de todas las canchas, de todos los encuentros de la fecha.
Imaginen en cada estadio un periodista, o un amigo o un hincha, que buscaba un teléfono público o pedía permiso a un vecino amable que le permitiera utilizarlo para informar de un gol. En aquel momento en la radio sonaba un pitido y al instante venía la información: Piiiiiii Gol de Excursionistas, Caimi, Argentino de Merlo 1 – Excursionistas 1. Era imposible saber en que momento había sido convertido el gol, tal vez hacía media hora que el partido estaba empatado.
Recuerdo que la mayoría de los goles llegaban en lo primeros 15 minutos del segundo tiempo, pero el momento más álgido y temible, era sobre el término del programa cuando llegaban los resultados finales.
Con el tiempo fui desarrollando un gran odio a la palabra parcial, porque suena a algo no terminado, inconcluso, imperfecto, modificable. Aquella tarde la voz del locutor al final fue Argentino de Merlo 1 – Excursionistas 1 parcial. Minutos después finalizaba la transmisión.
Esas últimas siete letras hacían perder valor a toda la información. La duda con el correr de los minutos comenzaba a crecer, no había forma posible de confirmar el resultado final.
Esa misma noche una tediosa cena familiar me hizo acercar hasta la esquina de Cabildo y Juramento. Al bajar del colectivo 63, divisé a unos metros un kiosco de diarios. Ahí se podía conseguir la 6ta. edición del diario Crónica!!!. Sin dudarlo me acerqué y compré un ejemplar. La alegría fue mayúscula cuando en el resumen del partido se leía Argentino de Merlo 1 – Excursionistas 2. El verde había ganado el partido con gol de Milano cuatro horas más tarde. Encaré aquella cena familiar con un ánimo completamente renovado y de mucho mejor humor.
Esta historia se repitió muchas veces a lo largo de mi infancia. Imaginen que aprendí de memoria el número de teléfono del diario Crónica que era 361-1001. Estos hechos no hacían otra cosa que alimentar la necesidad de estar presente en la cancha. Es por eso que apenas tuve la edad suficiente, comencé a ver los partidos del verde en todos lados, sin importar el rincón ignoto donde lo mandara el fixture.

domingo, 14 de agosto de 2011

San Telmo 1- Excursio 1 (18/08/1990)

En el fútbol de ascenso hay canchas y canchas. Cuando por cuestiones de fixture debemos visitar una cancha por primera vez, nos vemos obligados a tomar los recaudos necesarios para reconocer el terreno como por ejemplo: preguntar a alguien que viva en la zona como llegar, cuál es el camino más apropiado y seguro, si el acceso es peligroso o qué colectivo es más conveniente. En ciertas ocasiones hasta hemos hecho un reconocimiento previo durante la semana para evitar sorpresas.
Cuando me refiero a que hay canchas y canchas quiero decir que en algunas lo mas importante es el viaje, el hecho de encontrarse en zonas alejadas permite la camaradería entre amigos y se puede incluir un almuerzo en una parrilla, transformando el viaje en una verdadera excursión. En cambio hay otras en las que se debe estar muy despierto con los ojos bien abiertos y no admiten ningún tour. Este es el caso de la cancha de San Telmo ubicada en el corazón de la Isla Maciel.
El partido en cuestión nos dejó buenos recuerdos casi pintorescos, aunque durante todo el tiempo sentimos que la vida estaba pendiendo de un hilo.
Terminamos el almuerzo y con el debido tiempo partimos hacia la cita esperada durante toda la semana, hicimos escala en Constitución y de ahí un colectivo hasta la isla.
-¿Éste me deja bien en la cancha de San Telmo? Pregunté.
-Sí. Respondió el chofer. Aunque ya sabíamos que nos acercaba, necesitamos la aprobación de alguien que pasara por allí todos.
-¡Acá se tienen que bajar!. Acatamos la orden del chofer, bajamos y miramos para todos lados, consultamos el reloj y faltaban 20 minutos para el comienzo del partido.
Desde nuestra posición veíamos la cancha y parecía estar cerca, comenzamos a desandar el camino y el panorama cambiaba metro a metro, estábamos preparados para lo peor pero grande fue la sorpresa, cuando un grupo de chicas muy sueltas de ropa nos dieron la bienvenida. Ellas nos invitaban a pasar un buen momento dentro de sus ranchos de madera, a lo que hicimos caso omiso y sin mayores sobresaltos llegamos a la esquina de la cancha, adquirimos la entrada e increíblemente nos sentimos seguros.
Unos minutos más tarde llegó la hinchada de Excursionistas, los candomberos salieron al cruce de los micros y aunque no fue un enfrentamiento feroz hubo gran intercambio de proyectiles, se podían ver a través de los tablones como las mismas chicas que prometían placer, ahora arrojaban todo lo que tenían a su alcance hacia la tribuna visitante.
El resultado final del partido fue 1 a 1 sin nada significativo para rescatar, iniciamos el regreso pero como el ambiente no era el mejor, decidimos retornar por otro camino y enfilamos hacia la Boca cruzando por el centro de la isla.
Eran varias cuadras y estaba todo desolado, el escenario era de casas muy antiguas y destruidas que mostraban un pasado pesado y denso. De fondo se alcanzaba a escuchar el griterío y algunas detonaciones de la policía. Nuestro camino seguía siendo tranquilo pero ya se había hecho demasiado largo. Al final de la calle desembocamos a la orilla del Riachuelo. Para continuar solo había dos opciones una entrada tétrica y oscura con una escalera infinita que nos llevaba a un puente peatonal, y un pequeño bote flotando nervioso sobre el liquido negro y espeso del que brotaban burbujas. Ninguna de las dos opciones parecía mejor que la otra, pero se produjo un hecho que nos obligó a tomar una decisión drástica. Desde lo alto del puente un grupo de hinchas candomberos comenzaron a insultarnos al mismo tiempo que prometían todo tipo de torturas. Sin dudarlo subimos al bote. Abonamos unas monedas al barquero y comenzó la travesía. El viaje desde la isla hasta la orilla de La Boca duró una vida. El solo hecho de ver tan cerca ese líquido putrefacto, y las gotas que chorreaban por los remos, nos hacía sentir actores de una película de terror. Atrás iban quedando latas, palos, envases y toda la basura depositada en el cauce renegrido. Como si todo esto fuera poco, los hinchas que antes nos insultaban comenzaron a arrojar piedras desde las alturas. Nunca supimos si el propósito fue pegarnos a nosotros o hundir el bote, lo que hubiera sido mucho peor, mientras tanto el barquero remaba inmutable como si todo fuera normal y cotidiano. Afortunadamente todas las municiones dieron en el “agua”.
Una vez que pusimos pie en tierra firme nos sentimos aliviados. En ese instante La Boca parecía un barrio cerrado del más alto nivel. Contemplé la isla por última vez y recordé que una de las excursiones programadas por nuestros fundadores allá por 1910 era un paseo por la Isla Maciel.
Nos subimos al primer colectivo que paró y nos bajamos en Constitución. A esa altura ya estabamos haciendo planes para el próximo partido.